En el año 2007 se forma un equipo de fútbol sala que semanalmente entrena y participa de diferentes campeonatos, así es que un viernes de diciembre se me plantea la posibilidad de cambiar mi actividad médica cotidiana y acompañar al equipo que disputaría un torneo triangular en Asturias.
Como psiquíatra era la primera vez que me embarcaba en una experiencia como esa; vivir y compartir una actividad de rehabilitación con los pacientes, no sólo fuera del hospital, sino también en otra comunidad autónoma. Así partimos, seis usuarios, la terapeuta ocupacional directora técnica del equipo y yo, un galeno que por primera vez en su ejercicio profesional compartiría viaje, alojamiento y actividades con los pacientes a quiénes hasta el momento solo había visto en el ámbito del Hospital.
Y así emprendimos nuestra recorrido, 286 kilómetros y unas 4 horas nos separaban de nuestro destino, Arriondas , Asturias. Desde los primeros momentos fui testigo de la ilusión, la alegría y la tensión de estas personas; deberían jugar dos partidos de cuarenta minutos contra otros dos equipos: Salud Mental Oviedo y Asturias Oriente.
Los kilómetros fueron pasando, las conversaciones se fueron sucediendo, la pausa para el café y la comida en Llanes. Realmente muchas veces como médicos nos cuesta imaginar cómo se desempeñan nuestros pacientes fuera dela consulta, en sus permisos, en su interacción social.
A unos pocos kilómetros de Arriondas, nos encontramos con otros seis usuarios de Bilbao que se integrarían con nuestro equipo.
Finalmente y tras un sinuoso camino llegamos a destino. Nos alojaríamos en una casa rural en Romillo. Ahora tocaba organizarse en el alojamiento, cenar, la toma de tratamiento, un breve paseo por Ribadesella y a descansar, el sábado comenzaría temprano y seria un día duro.
El día había llegado, el polideportivo de Arriondas estaba preparado para este torneo con equipos integrados por singulares jugadores. Balón en juego 120 minutos y dos intensos partidos para nuestros jugadores; tensión, esfuerzo, emociones cruzadas y sobradas muestras de espíritu deportivo. Realmente fue muy emotivo ver a estas personas, residentes de un hospital psiquiátrico de larga estancia, pero en esos momentos deportistas entregados.
Luego ceremonia de clausura con medallas, fotografías. Tocaba reponer energías, la fabada asturiana, nos esperaba en un bonito restaurante en el parque natural de Ponga. Luego un recorrido por Cangas de Onis y a preparar el regreso.
El domingo amaneció lluvioso, tras el desayuno, las despedidas, el intercambio de impresiones sobre la actividad y a desandar el camino. Un alto en Castro Urdiales para comer y el tramo final hasta Mondragón.
Son muchos los momentos, las imágenes y los comentarios que evoco en estos momentos, pero me quedo con el esfuerzo por superarse que cada una de estas personas demuestra. Este viaje ha sido un verdadero aprendizaje, una invalorable experiencia que permite no olvidar uno de los aspectos fundamentales en todo ejercicio profesional y motor invalorable cuando nuestro objetivo es la rehabilitación y reinserción de nuestros usuarios, muchas veces no tenido en cuenta en nuestras prescripciones. Se trata de mantener siempre encendida la llama de la ilusión, la motivación y la esperanza.
Pablo Pereira.